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30 de marzo de 2021
El método de reciclaje más predominante para envases de plástico es el reciclaje mecánico, que se refiere a las operaciones que pretenden recuperar los residuos mediante procesos físicos como la trituración, el lavado, la separación, el secado, la regranulación y la composición.
Cuando los plásticos se reciclan mecánicamente, los polímeros permanecen intactos, lo que permite su reutilización múltiple en el mismo producto o en otros similares.
Idealmente, un flujo de reciclaje mecánico de plástico contendría el 100 % de un solo tipo de resina; sin embargo, en muchas aplicaciones de embalaje, las necesidades de rendimiento obligan a usar múltiples tipos de plásticos unidos en capas.
Los multimateriales o sus componentes pueden comprometer la calidad o “contaminar” un flujo de reciclaje. Por eso es importante que los fabricantes de envases de plástico como Sealed Air no solo se aseguren de que sus productos no tengan un impacto negativo en el proceso, sino que se cuente con información sobre sus productos que sea precisa, directa y transparente.
Dado que la mejor manera de determinar la compatibilidad del flujo de reciclaje mecánico es probar físicamente los productos de plástico mezclados en un entorno que refleje con precisión los procesos que se usarán en la vida real, Sealed Air ha montado un laboratorio de procesamiento de polímeros con el equipo y los métodos necesarios que permitirán realizar pruebas de reciclabilidad mecánica.
Si bien ya usamos varios procedimientos, seguimos los protocolos internacionales publicados tanto por PRE (Plastic Recyclers Europe) como por la APR (Association of Plastics Recyclers) para las pruebas de referencia y orientación crítica del envase de plástico flexible.
Estos protocolos nos ayudan a evaluar la capacidad de nuestros materiales de embalaje para ser reciclados mecánicamente en materiales puros, como el polietileno o el polipropileno. Los procedimientos de prueba son estrictos y están bien definidos, empezando por la molienda del material de prueba, la mezcla con resina de control para fabricar nuevos gránulos de plástico y el soplado de estos en un nuevo producto de película.
El cumplimiento de estos estrictos protocolos nos da la confianza de que un determinado material será compatible (o no) con un flujo de reciclaje mecánico; nosotros, a su vez, podemos transmitir esa confianza a nuestros clientes.
Cuando el material del envase de plástico es un simple monomaterial, podemos usar una certificación menos rigurosa, conocida como “certificación de escritorio”, en la que los criterios de evaluación se basan en la composición química de la muestra y el porcentaje permitido de posibles contaminantes.
La certificación de escritorio es más rápida y económica que las pruebas de laboratorio, pero en nuestra opinión, para estructuras complejas, no ofrece ni puede ofrecer el resultado más preciso. Puede que no parezca un gran problema, pero he aquí por qué sí lo es: los materiales mal etiquetados que entran y posiblemente contaminan un flujo de reciclaje podrían devaluar la calidad de los materiales reciclados al punto de que el propio proceso de reciclaje podría dejar de ser rentable.
Cuando el proceso de reciclaje pierde dinero, las instalaciones se ven obligadas a restringir los recursos o incluso a cerrar, lo que reduce aún más la disponibilidad y el acceso al reciclaje de plásticos. Si usted es una empresa de bienes de consumo de alta rotación, bienes de consumo masivo o de alimentos que usa nuestro embalaje, ya sabe la importancia del plástico; lo que quizá no sepa es que todos tenemos un papel que desempeñar para garantizar la integridad de nuestros flujos de reciclaje, y eso empieza por hacer reivindicaciones verificables.
Arriba: extrusoras en el laboratorio de pruebas de Sealed Air. La película soplada es considerada por APR como la “aplicación más estricta y la forma preferida de probar las innovaciones en materia de reciclabilidad”.