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22 de febrero de 2019
Cuando los consumidores llevan sus bolsas de basura a los contenedores, es probable que sientan orgullo de lo que están haciendo. Quizá sientan orgulloso de ese acto. Tal vez incluso virtuoso. Al fin y al cabo, al depositar los residuos en el contenedor de reciclaje, han hecho algo bueno para sus comunidades y el medioambiente. Están haciendo lo correcto. ¿No es así?
Pero ¿cómo saben realmente si es lo correcto, no solo lo fácil?
Algunos de los consumidores que se sienten tan optimistas sobre sus esfuerzos de reciclaje están practicando lo que se llama reciclaje aspiracional. Esto significa que, en lugar de limitarse a depositar en los contenedores los residuos que pueden procesarse en sus centros locales de reciclaje, añaden lo que ellos creen que debería ser reciclable.
¿Le suena? Si alguna vez has tirado algo a la basura por pura esperanza, quizá una bolsa de plástico de la compra, un tarro de cristal con restos de comida o incluso una caja de pizza manchada de grasa, eres un reciclador aspiracional. Pero si intenta reciclar objetos que no se pueden procesar, en lugar de ayudar o de contribuir a reducir la repercusión sobre el medioambiente, la realidad es que está provocando más mal que bien.
Como fabricante de soluciones de embalaje de protección comprometido con la sostenibilidad, Sealed Air anima a sus clientes y a todos los consumidores a reciclar siempre que les resulte posible. Pero el reciclaje aspiracional puede tener el resultado contrario. Un solo artículo depositado incorrectamente en un contenedor de reciclaje puede contaminar todo el contenido, lo que ocasiona que el resto de artículos de ese contenedor perfectamente reciclables acaben en un vertedero.
Seguramente habrá oído la regla de las 3R: Reducir, Reutilizar, Reciclar. Pero piense en la imagen de conjunto. El reciclaje es una actividad local; cada municipio establece sus propias reglas sobre qué se puede depositar en los contenedores en función del sistema de reciclaje de residuos sólidos que esté implantado a nivel local.
Lo mejor que pueden hacer un municipio o un consumidor no siempre está claro. Por ejemplo, si no hay una planta de reciclaje de cristal cercana, los artículos de cristal depositados en un contenedor se transportarán a la planta más próxima con capacidad para procesarlos. Los vehículos necesarios para transportar ese cristal probablemente generen más gases de escape a partir de la quema de combustibles fósiles, por lo que las posibles ventajas medioambientales de reciclar este material se reducen a cero.
Y el reciclaje no es un esfuerzo económico. A veces, las comunidades tienen que elegir: ¿financian los servicios de emergencias, o aceptan el cristal para su reciclaje?
De forma similar, el hecho de que los consumidores depositen en los contenedores de la vía pública algo que no se pueda reciclar, como una bolsa de la compra de plástico, puede acarrear problemas a un municipio que carece de capacidad para tratar estos residuos. Las bolsas se enredan en los equipos de reciclaje, envolviendo las piezas giratorias de las máquinas, y ocasionan que se obstruyan y desconecten. Entre tanto, los materiales desechados acaban en un vertedero.
No cabe duda de que el reciclaje aspiracional aporta más materiales al ciclo de desperdicios que al ciclo de reciclaje. La forma de detener este flujo de materiales reciclables que van a parar a los vertederos, o al océano si se procesan o depositan mal, es solucionar el problema de raíz. Si los materiales reciclables, como el plástico, tienen valor después de su uso, habrá un incentivo para recuperarlos y reutilizarlos.
Pese a lo anterior, por el momento, el valor de los materiales reciclables es debatible. Una de las principales causas del debate es la decisión de China de dejar de comprar desperdicios plásticos a otros países.
Desde 1992, en lugar de reciclar, muchos países desarrollados han estado vendiendo a China grandes cantidades de desperdicios plásticos (106 millones de toneladas métricas). Todo esto cambió en 2018, cuando la política “Espada nacional” de China entró en vigor, con un veto a las importaciones de desperdicios plásticos. Desde entonces, los residuos que se tendrían que haber enviado a China acaban en vertederos, se incineran o van a otros países que carecen de la infraestructura necesaria para gestionarlos correctamente. Se estima que más de 100 millones de toneladas métricas de plástico acabarán en el lugar equivocado para 2030.
Por tanto, ¿qué hacemos ante este creciente problema de reciclaje? Empecemos por detener el flujo de materiales inadecuados en origen.
Imagine esta situación: Entra en su cocina y ve que el suelo está lleno de agua y que el grifo gotea. ¿Cuál es su primera reacción? ¿Fregar y empezar a limpiar mientras el agua sigue saliendo o cerrar la llave de paso y después fregar?
La respuesta es fácil. Cierra la llave de paso y después limpia el desorden.